Por su situación limítrofe con Portugal, alejada de las rutas comerciales más frecuentadas, los Arribes del Duero han sufrido desde siempre de unas expectativas de desarrollo bastante limitadas, que se han traducido en la consolidación de una economía rural de subsistencia y en la persistencia de un bajo nivel demográfico.
El hombre ha sobrevivido en el duro entorno de los Arribes a través del tiempo con grandes dificultades, modelando con austeridad una tierra inhóspita que apenas producía lo suficiente para cubrir las necesidades vitales más básicas.
Las primeras referencias del poblamiento de la zona datan del Paleolítico, hace más de 500.000 años, y hacen alusión a distintos pueblos dedicados al pastoreo y a la agricultura, que legaron una herencia relacionada con los sistemas de explotación agraria que ha perdurado hasta la actualidad.
Imagen 2
Posteriormente, vacceos, bettones, cartagineses y romanos fueron dejando su huella de forma progresiva en las costumbres y en la historia de esta tierra. La historia del espacio natural se despliega de forma visual ante el visitante gracias a los restos de castros, esculturas de toros de piedra ("verracos"), calzadas, vías romanas, puentes y otros vestigios que todavía perduran en el paisaje.
La figura histórica más popular en la zona es la de Viriato, caudillo que abanderó durante muchos años de forma exitosa la resistencia contra las legiones romanas, y cuyo origen sayagués (y no lusitano, como suelen dar por sentado los libros de Historia) es puesto fuera de toda duda por los habitantes del sector zamorano de los Arribes.